«Un milagro». Así define el presidente de la Expo, Roque Gistau, el hecho de que se haya acabado a tiempo el recinto ferial para su inauguración, hoy por la noche. Los organizadores cruzan los dedos. La crecida del Ebro y la huelga de transportistas han trastocado planes y añadido tensión a un evento que aguarda a más de 3 millones de visitantes hasta su clausura, el próximo 14 de septiembre. Los aguaceros sobre Zaragoza parecían una ironía a tenor del lema de la muestra: Agua y desarrollo sostenible.
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