Hoy en Gaza ya no creo que salgamos vivos del ataque de Israel. Nuestra casa sufrió graves daños la primera noche del bombardeo. Entonces nos mudamos a la casa de mis padres. Luego, el martes, un ataque con misiles que destruyó una casa a sólo un edificio de distancia dejó la casa de mis padres inhabitable. Entonces llegamos a la casa de mis suegros. Ahora somos 40 aquí. Se siente como si los misiles nos estuvieran siguiendo –acercándose cada vez más con cada ataque– y nos estuviéramos quedando sin lugares adonde huir.
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