La sal con la que se impregna nuestro cuerpo cuando nos bañamos en el mar, es ahora también las lágrimas de esos niños que se ahogaron ayer a veinte metros de la orilla europea, es el llanto de una mujer aferrada a su vientre materno mientras se hunde, es el llanto silencioso del hombre que muere recordando a su mujer y a sus niños. ¡Maldita sea!
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