"... no tiene nada que envidiar en la riqueza de sus diálogos, en su negrura existencialista, en su arrastre emocional y, sobre todo, en el personaje central, tan complejo, icónico y fascinante, o quizá más, que Tony Soprano, Al Swearengen, Omar Little o Stringer Bell. Un personaje que Laurie borda con aparente pasmosa facilidad, cuando está repleto de aristas psicológicas muy difíciles de sortear y de componer".
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