Ni lamentos. Ni crespones negros. Ni un minuto de silencio. La muerte de Iñigo Cabacas ha estado teñida de un grado vergonzante de indiferencia por el mundo del fútbol en particular y la sociedad en general. La noticia de que un joven hincha del Athletic había resultado herido tras un partido de Europa League pasó sin mayor repercusión. Poco después se supo que su estado era muy grave. El lunes llegó el horrible desenlace. Todo en medio de una falta total de transparencia por parte del gobierno vasco y de la Ertzaintza.
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