Después de abandonar la universidad y fracasar en distintos trabajos como empleado de correos, guardia de seguridad o cavando agujeros para tuberías, Ra Paulette decidió retirarse a meditar al desierto de Nuevo México. Allí, casi sin querer, inició una tarea titánica con la única ayuda de un pico, una pala y su imaginación. Corría el año 1985. Trabajó incansablemente durante 25 años y, lo que comenzó como una pequeña capilla para pensar y encontrarse a sí mismo, se convirtió en una enorme catedral subterránea tallada a mano con 14 galerías.
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