Sí, lo admito, estoy enganchada. Es, prácticamente, lo primero que hago al levantarme, aún con las persianas de los ojos echadas y los sueños huyendo en un bostezo, y, antes de acostarme, me auto receto otra dosis y así les doy la noche a mis vecinos de muro. No me importa que lo sepan, al revés, cuantos más lo sepan mejor. Sirva en mi descargo que yo no quería probarlo. La culpa fue de esos amigos que me metieron el gusanillo en el cuerpo hasta pudrir mi manzana de la resistencia. Y lo probé...
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