August Kubizek fue el inseparable compañero de paseos y largas charlas durante la estancia de Hitler en Linz. Con él compartió todos sus pensamientos en un momento en el que comenzaba a formarse ideológicamente, pero también fue el depositario del los íntimos sentimientos que sentía el joven Adolf por una bonita muchacha llamada Stefanie Isak y a la que amaba secretamente.
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