La llegada al mundo de este enfermizo heredero fue todo un espectáculo, pues si siempre se habían utilizado reliquias de santos para mejor ayuda al real parto, en esta ocasión se batió el récord. La cámara de la reina se parecía más a una sacristía que a una alcoba de parturienta; las reliquias se hallaban esparcidas por toda la estancia y alrededor del lecho: tres espinas de la corona de Cristo, un diente de san Pedro, una pluma del ala del arcángel san Gabriel, un trozo del manto de María Magdalena...,
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