Siempre me he considerado un amante de los animales siempre y cuando tengan menos de 5 patas. Al resto ya le podía fulminar un apocalipsis cortesía de Raid, que no me verían llorar en el funeral. Y es que servidor padece un serio pavor a grandes insectos, ciempiés y arácnidos que debía haberse mirado antes de viajar a China Central. La primera pista del error que había cometido la recibí nada más llegar al campus de la Universidad de Wuhan, que bullía con todo tipo de cri-cris de timbre, tonalidad y volumen infernal.
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