En Afganistán la estructura de tribunales regionales está dominada por los hombres. La única manera de que una mujer pueda acceder a ellos es a través de un familiar varón, que en muchos casos es el propio torturador sobre el que ella se quiere quejar. Ese fue el caso de Sakina. El encarcelamiento de Sakina se debe a sus intentos para evitar una singular forma medieval de restitución practicada por las cortes tribales conocida como “ba’ad”.
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