Delante esperaban 40 km de carreteras polvorientas, un sol de justicia y una humedad relativa bien situada por encima del 90%. Como la felicidad no era suficiente para sostener sus cansadas piernas, Carvajal también se salió del recorrido para robarle unos melocotones a un vendedor ambulante, que debió huir despavorido ante el presumible olor que desprendía ese supuesto atleta con pinta de homeless. El caso es que, tras haber recorrido más de 30 kilómetros de la maratón olímpica, se tumbó a la sombra y se echó una siestecita. Tras dormir...
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