“Yo sólo había ido al consulado español de Casablanca a hacer una demanda de visado para un amigo mío para ir de turista a España, mi país. Y ahora estaba allí sentada en una silla de un despacho del mismo consulado, impotente mientras una mujer me gritaba y me lanzaba acusaciones falsas. Sólo porque mi acompañante era marroquí. La nacionalidad del invitado parecía darle derecho a esa mujer a suponer mil cosas horribles sobre nuestras intenciones en Europa”.
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