Aun aceptando el axioma de que Londres nunca deja de sorprenderte porque te puedes encontrar cualquier cosa por la calle, el primer día que fui a la que sigue siendo mi oficina me llevé un pedazo de sorpresa. En una calle secundaria y no demasiado concurrida del tranquilo barrio de Bermondsey me encontré con un tanque de la Segunda Guerra Mundial aparcado en un parterre sin nada más alrededor. Y además no un tanque cualquiera, sino uno de los mejores nunca fabricados: un T-34 soviético.
|
etiquetas: londres