En el caso del alcohol se está generalizando un discurso hipócrita y cargado de doble moral que parece distinguir entre un consumo de alcohol bueno o aceptable (en bares, discotecas), y otro susceptible de prohibición y rechazo social (en la vía pública). Pesan más bien argumentos de carácter moralista (mejor no ver lo que no gusta) y la tendencia a la privatización del ocio y de todos los espacios de sociabilidad.
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