Moscú, 1920. Reunión diaria de redacción en uno de los periódicos de la capital. El director se dispone a repartir las tareas entre sus redactores cuando algo llama su atención: un nuevo periodista se ha presentado a la reunión sin bloc de notas ni bolígrafo. Al terminar la reunión se acerca al recién llegado para recriminarle por su actitud y el joven le responde con una tímida excusa: “No necesito apuntar nada, recuerdo todo lo que Vd. ha dicho”.
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