Akaitz es el único testigo de uno de los asesinatos más crueles de ETA. Cuando tenía tres años, contempló cómo un pistolero abatía a su madre, Dolores González Katarain, Yoyes. El delito de la menuda guipuzcoana, la primera mujer que llegó a jefa de la banda, fue renunciar al terrorismo. Y José Antonio López Kubati, el etarra que hoy goza de sus primeros días de libertad, se encargó de ejecutar la sentencia.
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