Generan tres millones al año y sirven de sedes sociales a la banda. Son las casas de los etarras y aún hoy son intocables. Las utilizan para parecer más fuertes, generar miedo y extorsionar a la población. Habría que cerrarlas todas. «En total, cerca de un centenar de locales situados en todo el País Vasco percibían casi 500.000 euros», certifica Daniel Portero, portavoz de la asociación Dignidad y Justicia. «Ahora tienen que rendir cuentas a un administrador judicial, pero la mayoría no utiliza facturas y declara no tener beneficios».
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