A los 12 años seguían bebiendo. «Tenía tres amigos bodegueros y cuando salíamos del colegio, íbamos a beber». Con 15 años se marchó al extranjero y una vez transcurrieron los seis meses en los que tardó en hacerse con la nueva lengua y en los no probó una gota, volvió al alcohol.«A partir de ahí ya no paré. Solo vivía para beber. Me he bebido, de hecho, hasta la leche y los pañales de mis hijos; el dinero que había en casa era para mí»
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