Se rumorea que Linda Lovelace ni siquiera podía pronunciar la palabra "perro" después de que la obligaran a follar con uno. Cuando Lovelace se mudó a Nueva York con su tristemente famoso chulo-marido, Chuck Traynor, hizo películas en 8 mm para ganar algo de dinero extra. Quizá la más difícil de encontrar (y la más buscada por los coleccionistas de porno) es su 8 mm de bestialismo. "Aquello fue lo más bajo que cayó en toda su vida", dijo su biógrafo Mike McGrady en la película The Real Linda Lovelace ("La auténtica Linda Lovelace").
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