En mi proceso de separación conyugal cedí voluntariamente un patrimonio de más de cien millones de las antiguas pesetas, quedándome con una mano atrás y otra por delante, y encima de una modesta pensión, me castigan con una manutención de 300 euros mensuales de por vida y sin hijos menores. Además, tengo que responder con 140 euros mensuales de un préstamo que firmé a un hijo de ambos, el que después de estar trabajando, no se ha dignado pagar. Mientras que mi fustigadora vive acomodadamente, coche nuevo y una relación de pareja que la apoya.
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