Tiro, a pocos kilómetros del confín, señala que el pueblo cristiano de Deir Mimas —enclavado justo en la línea fronteriza entre Israel y Líbano— «está completamente vacío». Allí vivían 3.000 cristianos de diversas confesiones, católicos, ortodoxos, greco-católicos y protestantes. Todos se han echado a las carreteras en una fuga masiva hacia el norte en busca de territorios más seguros y alejados de los bombardeos. «No tienen a donde ir. Huyen, pero no saben dónde», remarca el franciscano con preocupación.
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