¿Qué más? Pues queda la lógica, queda reflexionar sobre lo absurdo que es atar la felicidad o la desgracia a 11 personas que nunca has conocido, y que no tienen ningún interés en conocerte a ti, porque salen a correr detrás de una pelota durante 90 minutos vistiendo unos colores con los que, por el azar de la vida, has optado identificarte. Queda el deseo de convencerte de que medir tu valor personal en función de la victoria o la derrota de los susodichos 11 es una locura.
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