Si se hacen un dibujo mental del prototipo de hombre que conduce una Harley-Davidson -ellas aún son franca minoría-, entenderán las razones que han llevado a la mítica firma de Milwaukee a escoger por tercera vez Barcelona como sede europea de su fin de semana más grande. No solo el sol y la playa, la comida o la bebida, sino también por la buena acogida, una entrega ciudadana que el año pasado se tradujo en cerca de un millón de visitantes y 18.000 motos en el recinto de Fira de Barcelona en Montjuïc.
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