Los políticos nos tratan como si fuésemos giipollas y, las cosas como son, les suele dar buen resultado. Como ya escribí en otra ocasión, son grandes conocedores de nuestras miserias y jamás desaprovechan la ocasión de beneficiarse de ellas. De este modo, cuando se quedan sin argumentos racionales para defender su gestión, nada mejor que acudir a los irracionales y atávicos para que la gente se meta en su trinchera y comience a lanzar piedras. El caso catalán es el más conspicuo y reciente ejemplo. Los políticos son hijos (putativos o natural
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