Se predijo hace 40 años, pero ahora un equipo internacional de científicos ha conseguido la primera prueba directa de su existencia. Este misterioso estado desordenado se esconde en determinados materiales magnéticos y hace que los electrones (hasta hace poco considerados bloques indivisibles) se separen en piezas más pequeñas. A diferencia de otros estados, el líquido de espín cuántico mantiene su tejido desordenado incluso a temperaturas bajas.
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