El caso de Rigoberto Paredes muestra la historia reciente de un país, donde el cansancio por el descaro de corrupción llega al extremo. Un artista gráfico guarda en su bolsillo -por meses- una navaja estilete, maquinando el asesinato del abogado de un diputada acusada en un escandaloso caso de corrupción. En la captura inmediata confiesa en un audio subido a Youtube "me jodo a mí mismo, pero lo hago por el pueblo, que se lo merece"
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