La preocupación por la alimentación, en el centro de los discursos sobre salud pública, no se encuentra libre de connotaciones morales, además de tener importantes efectos sociales. ¿Por qué morales? Porque la gordura se considera el efecto de una psicología débil, de costumbres desajustadas, algo que culpa a quien la padece y que lo consagra como un enfermo moral.
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