Se me ocurren muchas razones para desear que este periódico supere sus dificultades y siga en los kioscos, pero hoy me quedo con una: para seguir molestando a todos los que ayer se frotaban las patitas de contentos al saber que Público tiene la soga al cuello. Los que sin disimulo lo celebraban en foros y redes sociales, y quienes tal vez guardan las formas pero lo festejan en la intimidad, pues vivirían más tranquilos y más impunes sin esta cabecera.
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