Mucho antes de que los humanos comenzaran a cazar grandes mamíferos para obtener carne, una dieta de grasas les proporcionaba la energía necesaria para desarrollar cerebros más grandes, según un nuevo estudio publicado en Current Anthropology. El estudio afirma que nuestros antepasados adquirieron gusto por la grasa comiendo médula ósea de los restos de esqueletos de animales devorados por otros depredadores. El argumento desafía la opinión generalizada entre los antropólogos de que comer carne fue el factor crítico que propició la evolución.
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