Las historias cruzadas de los dos soldados gallegos comparten un principio común: ambos fueron movilizados de manera forzosa por el Ejército insurgente, y a su vez muestran un panorama mucho más complejo en relación con los militares de la contienda española. En su mayoría no fueron fervientes derechistas que desde el mismo 18 de julio de 1936, el día del golpe de Estado, se arrojaron a las armas contra la legalidad establecida de la Segunda República, sino simples labradores, estudiantes, obreros, abogados o profesores...
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