Le dio «mala espina» desde el principio y ya no le pudo quitar ojo de encima. Todo en él era extraño. La nevera de corcho, «muy cutre», aquellas extrañas gafas negras, de patillas «superanchas» y cristales translúcidos... Y, sobre todo, su actitud. «Se las quitó y se las puso ocho veces. Eso no es normal en alguien que no ve de lejos», afirma Fernando (nombre ficticio). Él fue quien descubrió al bañista que grababa a mujeres en una playa nudista de Benalmádena.
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