Las carísimas y exclusivas piezas de arte que compran los millonarios también acaban decorando sus enormes yates. Esto hace que sufran problemas extras de conservación, muchos derivados de la falta de conciencia de los propietarios y de la tripulación. En el artículo vienen enumerados un cuadro que recibe un corcho de una botella de champán, una obra a la que tienen que limpiar el impacto de leche con cereales, una pieza de cristal que meten en el lavavajillas y pierde su brillo...
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