Lo que intentaban Pedro Sánchez e Iván Redondo era muy complicado. Exigía un maniobra propia de equilibristas. Porque agitar un avispero, liberar una bestia o jugar con fuego son acciones que tienen algo de impredecibles: el experimento podía acabar en tragedia. Vox ha dominado la recta final de la campaña electoral. Ha marcado territorio gracias fundamentalmente –y aquí está el meollo de la maniobra de Roberto Alcázar y Pedrín- al protagonismo otorgado, gratis et amore, por el Gobierno en funciones. Ha sido una estrategia premeditada…
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