Estas innovaciones no han dado lugar a un aumento apreciable de la felicidad. Parece que cada vez tenemos menos tiempo para dedicar a lo que realmente importa y el acceso a la riqueza cada vez es más desigual. Cada vez más, la tecnología es el negocio de unos pocos y el derroche de la gran mayoría. Creemos vivir una era revolucionaria, pero llamamos ola lo que en realidad es resaca tecnológica del neocapitalismo. Por tanto, el problema es que, respecto al siglo anterior, el impacto de la tecnología nos ha cambiado.
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