Varias noches a la semana, después de una jornada en la sede de Google en Mountain View, California, Sergey Brin conduce hasta una piscina cercana. Allí se pone su traje de baño, sube a un trampolín de 3 metros y se lanza de cabeza. Recientemente, ha estado perfeccionando los giros. "Hay que impulsarse con mucha fuerza y luego empezar a girar inmediatamente. Eso te acelera el ritmo cardíaco". Existe otro beneficio: con cada salto, Brin adquiere un poco de dominio sobre el riesgo de que algún día desarrolle Parkinson.
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