La ministra de Exteriores era, para Rabat, la cabeza más codiciada del Ejecutivo español desde que apostó por hospitalizar en Logroño a Brahim Ghali, líder del Polisario (...) la ministra se había convertido en la bestia negra de las autoridades de Marruecos. Fue ella quien apostó, en contra de su colega del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por acoger en España, el 18 de abril, a Brahim Ghali, el líder del Frente Polisario gravemente enfermo de covid.
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