El pasado 28 de enero el Gobierno designó a un respetado diplomático, Manuel Salazar, embajador en misión especial para la Gobernanza Global. Se trata de un título tan rimbombante como vacío de contenido. Salazar no será una pieza clave para Trinidad Jiménez ni gozará de poderes extraordinarios para llevar a cabo semejante tarea. Simplemente, tras agotar su periodo como embajador en Croacia, aguardará un nuevo destino justificando su estatus en la Administración General del Estado con su nueva carta de presentación. No es un caso aislado
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