Ningún contrato de imagen se firma hoy en el mundo por esa cantidad, con el respaldo de una administración pública. Por ese precio se podría contratar durante los tres años pactados a un centenar largo de profesores, para aliviar una incultura balear a la que no escapan nuestros grandes deportistas. Puesto que todo el mundo ya sabe que el tenista es mallorquín, a qué viene pagarle mil millones de pesetas por redundar en esa obviedad, en una comunidad con un nuevo parado cada tres minutos.
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