“Lo mejor de todo es que dicen que hay un problema de antisemitismo importado, como si aquí no lo hubiera entre los alemanes”, explica a El Salto una activista de Madrid que vive en Berlín y se llama Iris. Y tiene razón, porque cualquiera que viva en este país desde hace más de dos semanas y, por tanto, antes del ataque de Hamas a Israel y de Israel a Gaza, sabe que en la capital alemana las sinagogas son escasas.
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