Cada día, los girasoles se despiertan y se mueven hacia el Sol, siguiendo al astro en su ruta de este a oeste, como agujas de un reloj. A la noche vuelven a hacerlo en sentido contrario, para esperar su salida en la mañana del día siguiente. Pero un día dejan de hacerlo; alcanzan la madurez y detienen su danza. No vuelven girar el resto de su vida y se quedan mirando indefinidamente hacia el oriente hasta que mueren. Un equipo de investigadores de la Universidad de California en Davis, EE.UU., acaba de descubrir por qué.
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