El MidCat se ha convertido en un proyecto estratégico, sobre todo para España, que tiene la sartén por el mango. Y ya ha dejado tres bandos distintos: en un lado, el Gobierno español y Bruselas; en el otro, Francia, que rechaza el proyecto. Y en medio, Alemania, que espera el gasoducto como agua de mayo para resolver sus desdichas energéticas y dejar de depender de Rusia. La vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, asumió hace unos días que la vía podría estar finalizada "en unos ocho meses" pero el dinero, dice, tiene
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