Ayer, Garzón escribió un artículo en La Vanguardia que es de una vergüenza infinita pero que se puede leer también con un dulce sabor de victoria. Vergüenza infinita que, veintidós años después, Garzón intenta reinventar la historia de las torturas que tanta gente sufrió precisamente en la operación Garzón. Y dulce sabor de victoria porque, veinticinco después, Garzón, finalmente, se muestra preocupado. Aunque no sea por lo que hizo sino por el daño que hace a su imagen. Traducción en primer comentario
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