La sombra de la solicitación estuvo muy presente en el confesionario de los monasterios femeninos de la Edad Moderna. En ocasiones, el confesor abusaba de su poder y su autoridad para romper las reglas y solicitar favores sexuales a sus confesadas. Unas veces, se trataba únicamente de juegos inocentes. Palabras cariñosas o divertidas. Pero otras veces, las caricias daban paso a actos más perversos. Y por supuesto, los monasterios de monjas no habían sido una excepción. Allí, la figura del confesor cobraba un aura especial.
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