Carlos Rodríguez tenía 10 años cuando vio por primera vez a su padre jugar en el ordenador. Aquello le encantó, sin imaginarse que, pocos años después, esa afición se convertiría en todo un estilo de vida con el que podría ganarse la vida profesionalmente. Y no solo eso, sino crear todo un imperio a su alrededor con el que ingresar, a sus 23 años, entre 600.000 y 700.000 euros anuales, sumando el sueldo que le paga su equipo, los contratos de publicidad, los premios, la retransmisión de sus partidas a través de internet y el «merchandising»
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