La duración de la garantía se amplía de dos a tres años (excepto los contenidos o servicios digitales, que siguen teniendo una de dos años). A partir de ahora, cuando un producto se estropee estando en garantía, el consumidor va a poder decidir si quiere que se lo reparen, o que se lo sustituyan por uno nuevo. Antes, esta era una decisión que caía en manos del vendedor. El fabricante estará obligado, una vez dejaba de fabricar un producto, a disponer de piezas de repuesto durante un mínimo de diez años, en lugar de cinco.
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