Los ganaderos y las aves carroñeras vuelven a recuperar la relación simbiótica que siempre tuvieron: los unos las alimentan dejando sus reses muertas en el campo y las otras les quitan un problema de gestión de residuos y otro legal. Con la aparición de las Encefalopatías Espongiformes Transmisibles, las cabezas de ganado no podían ser abandonadas sin más, obligando a los dueños a su recogida quitándole el alimento a las necrófagas. Ahora, el Gobierno ha aprobado una norma que recupera el viejo equilibrio.
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