A Rufina y Beatriz Ubeda, con 24 y 22 años, las sentenció una de las consideradas "señoritas" del pueblo. Como lavanderas guardaban su turno, para recoger agua de la fuente y no permitieron que aquella mujer privilegiada pasara delante de ellas. Al día siguiente fueron detenidas por la Guardia Civil y tras varios meses en prisión, fusiladas en el cementerio de Ciudad Real. Una familia que vivió un auténtico drama. La madre, viuda y con 9 hijos, fue encarcelada acusada de haber dicho lo que, según su nieta Gloria, sus labios nunca pronunciaron.
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