Sí, soy profesor, pero también soy funcionario. No me duelen prendas decirlo. Y todos los docentes que trabajan en la enseñanza pública también lo son. Y quien todavía quiera creer la enorme y estúpida fanfarria de la ‘llamada vocacional’ -como si fuéramos monjes trapenses-, ¿qué carajo hace echando a perder esa magnífica vocación y preparando a conciencia unas oposiciones?
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