Cuando su madrastra le dijo a Ester, de 21 años, que tenía un marido para ella, huyó de casa y de su país. No sólo le horrorizaba el matrimonio con un viejo desconocido. Sabía que, como marca la tradición de su tribu, el paso previo a la ceremonia era la ablación del clítoris. Y tenía terror a ese momento: "Mucha gente muere, es muy doloroso, amigas del colegio no han sobrevivido".
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